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César A. González Altamirano (Estudiante de la Licenciatura en Pedagogía, primer semestre)
Llevamos aproximadamente siete meses encerrados en nuestros hogares, desde que se declaró la suspensión de todas las actividades presenciales, entre ellas las escolares, creo que estar en casa por tanto tiempo fue algo inesperado para todos. Incluso, puedo asegurar que estar en casa por tanto tiempo nos ha hecho pasar por diversas etapas; seguramente ya nos hemos sentido deprimidos un tiempo, ya fuimos la versión más pro-activa de nosotros mismos, o incluso ya nos preguntamos: ¿y si a mí ya me dio COVID y fui asintomático? Reconozco que estar en casa por tanto tiempo no ha sido fácil, aunque tampoco ha sido del todo malo.
Considerando que es mi primer semestre en la universidad, mantengo todavía la motivación y emoción de ir empezando. Una de las cosas que me han ayudado a mantenerme activo y poder sacar lo mejor de mí es la METACOGNICIÓN.
Yo no conocía esa palabra hasta que la vi en clase, pero me di cuenta de que, estaba más cerca de mi vida de lo que me imaginaba.
Aprendí sobre la metacognición en mi clase de Teorías del aprendizaje, también investigué un poco más para profundizar en el tema, explicaré la definición que da Flavell (1976) sobre este término, él dice que la metacognición se refiere, por un lado, «al conocimiento que uno tiene acerca de los propios procesos y productos cognitivos o cualquier otro asunto relacionado con ellos” y, por otro lado, «a la supervisión activa y consecuente regulación y organización de estos procesos, en relación con los objetos o datos cognitivos sobre los que actúan, normalmente en aras de alguna meta u objetivo concreto» (1976, Pág. 232). En pocas palabras, la metacognición es ser consciente sobre cómo funcionan nuestros procesos, implica saber cómo vamos a reaccionar ante ciertas cosas y con esto, poder sacar el mejor provecho de estos procesos para lograr todo lo que nos propongamos.
Entonces les contaré cómo he aplicando la metacognición en mi día a día durante la cuarentena:
Primero, desde hace mucho tiempo me di cuenta de que solo me despertaba para apagar mi alarma y me volvía a dormir inmediatamente, yo sé que lo único que necesito es pararme de la cama para iniciar bien y no quedarme acostado medio dormido mucho tiempo, entonces pongo mi teléfono lejos de mi cama antes de dormir, porque sé que en el momento en que suene la alarma, me voy a parar para apagarla, ese será el primer empujoncito que me hará despertar de buenas, aunque a veces sí es cansado, no lo niego, pero me ha ayudado a establecer una hora para despertar todos los días.
Los días en los que mis clases empiezan a las 9 AM, aprovecho que estoy despierto desde temprano e intento siempre hacer ejercicio, porque me conozco y sé que en la tarde pondré mil pretextos para no hacerlo; que tengo mucha tarea, que tengo una reunión, que todavía no como, que acabo de comer, y terminaré no haciendo nada. Entonces aprovecho ese tiempo en la mañana, además de que es poco común tener interrupciones a esa hora. Comúnmente, también me ayuda muchísimo bañarme antes de comenzar mi clase para mantenerme activo después de hacer ejercicio. Desde que comencé el semestre, utilizo Timetable, una aplicación en la que apunto todas las tareas que me dejan y me ayuda a organizarme por materia, registrar la fecha de entrega y algunas especificaciones. La ocupo porque sé que no soy muy bueno llevando una agenda física y tampoco soy muy bueno recordando las cosas perfectamente. Otra cosa que descubrí es que, si me pongo audífonos para tomar mi clase, pongo más atención porque no me distraigo tan fácilmente con los ruidos del exterior.
En la carrera de pedagogía, las lecturas son una de las actividades más importantes para comprender los temas de cualquier materia y realmente yo no tenía un buen hábito de lectura antes de empezar la universidad. Tuve que acostumbrarme, y una técnica que he utilizado, en todo momento, es que escribo con mis propias palabras las ideas principales que encuentro, porque sé que así es más fácil recurrir en otra ocasión a esas notas y solo entender lo que yo escribí sin necesidad de volver a buscar la idea en la lectura y comprender el contexto nuevamente. Además, así siento que adopto mejor el conocimiento y lo puedo utilizar en otras cosas.
La última cosa que les quiero plantear, es la que más me ha ayudado a entender y aprender en pedagogía. Cada que estoy en cualquier clase y la profesora o alguna compañera menciona una palabra que desconozco o sencillamente no comprendo, me meto a Google y en un minuto entiendo un concepto que me va a ayudar a seguir construyendo el conocimiento. No tienes que aprenderte la definición literal de la palabra, con que encuentres un sinónimo que a ti te resulte conocido ¡ya la hiciste! y sirve con muchas otras cosas, mientras puedas entender y explicar algo con tus propias palabras, estarás más cerca del aprendizaje de calidad, pero ese es otro tema maravilloso. Estas son algunas técnicas que a mí me han funcionado, pero bien, basándonos en lo que ahora sabemos de la metacognición, te invito a que te autoconozcas, que entiendas tus procesos y con eso puedas iniciar un nuevo hábito o reducir cierta conducta para que comiences a lograr más de lo que hasta hoy en día has logrado.
Referencia
Flavell, J. H. (1976).«Metacognitive aspects of problem solving.» En: L. B. Resnik (ed.). The nature of intelligence (pp. 231-235). Hillsdale, N.J.: Erlbaum.